En las capitales de los países, siempre hay un lugar que siempre se visita. Son las plazas. Un enclave que son punto de encuentro de los lugareños, pero también de los turistas porque suelen tener muchos elementos atractivos como el arte, la historia y el patrimonio, así como una animada vida social en torno a ellas. En esta ocasión, nos vamos a centrar en tres de Europa que conviene conocer por su gran belleza.
Las plazas
En Múnich, en Alemania, se encuentra una de las plazas más impresionantes de Europa. Se trata de Marienplatz, que ha sido la plaza principal de esta capital desde el año 1158. Entre sus principales atractivos destaca el hecho de estar rodeada del Nenes Rathaus, el ayuntamiento nuevo, y del Altes Rathaus, el ayuntamiento antiguo.
Aparte de ver estos edificios, también se puede ver la torre de la iglesia de San Pedro y subir los 306 escalones para ver las vistas panorámicas de la ciudad. Y, para los amantes de las compras, desde esta plaza parten numerosas calles y arterias comerciales de la ciudad vieja y establecimientos antiguos como las clásicas cervecerías.
Para visitar otra de las plazas en este recorrido, ponemos punto a la República Checa, en concreto, a Praga. Allí se encuentra la plaza de la Ciudad Vieja, que impresiona por su arquitectura medieval y el conjunto formado por el antiguo ayuntamiento, el reloj astronómico y la iglesia de Týn. Cerca queda también el puente de Carlos, que es uno de los principales iconos de la ciudad.
Y, finalmente, cerramos esta ruta en Hungría para visitar Budapest y, en concreto, la plaza de la Santísima Trinidad, conocida como Szentháromság tér. Está situada en la parte más alta de Buda. Es muy llamativo ver cómo está rodeada de edificios y monumentos de historia. Entre ellos, destaca la Iglesia de Matías, el Castillo de Buda y el Bastón de los Pescadores.
Otro de los elementos que hay que ver es la estatua icónica dedicada a la Santísima Trinidad, en homenaje a las víctimas de la peste bubónica, y otra de San Esteban frente al Bastión de los Pescadoras obra de Alajos Stróbl.