Observa detenidamente ese puente. Si lo piensas te darás cuenta que no sólo tiene una función estructural. Si lo miras con detenimiento te darás cuenta de su originalidad y de su belleza. Por todo el mundo existen impresionantes puentes que con el paso del tiempo se ha ido convirtiendo en verdaderas obras de arte que todo buen viajero debe visitar algún día.
Uno de los puentes más famosos es el Pont Neuf, situado en el corazón de París. La forma en la que se situ por encima del Sena, sus amplios arcos y sus torretas le han convertido en lo que denominan “la poesía en piedra”. Similares consideraciones se aplican a la estética medieval, del puente Charles en Praga y al impresionante Ponte Vecchio, en Florencia.
A veces hay belleza en la simplicidad. Este es el caso del indescriptible puente Vasco de Gama que se eleva sobre el río Tajo en Lisboa. Este es el puente más largo de Europa. Lo contario, aunque no significa que menos bonito, es el Tower Bridge de Londres que parece más una catedral que un puente debido a su recargada ornamentación. Longitudinalmente el Akashi-Kaikyo, cerca de Kobe en Japón, es el puente colgante más largo del mundo.
Algunos de los puentes más grandes del mundo tienen también un gran valor simbólico. Este es el caso del inolvidable puente de Brooklyn en Nueva York. También es todo un icono el puente que cruza el Chicago River a la altura de Michigan Avenue. ¿Quién no le ha visto elevarse en un sinfín de películas?