Que Nueva York es una ciudad fascinante, increíble y sorprendente, es algo que sabemos todos. Por eso, recibe tantos miles de visitantes al año deseosos de vivir en primera persona las mil experiencias que depara. Quizá por su ritmo acelerado y chispeante, no deja de ser un poco caótica. Por eso, si vais a viajar próximamente a la Gran Manzana, es importante que os hagáis con información práctica, que os será muy útil una vez estéis allí.
Y en ese sentido, uno de los capítulos es los que conviene estar al tanto es el transporte. Todos hemos visto una y mil veces en el cine los monumentales atascos neoyorquinos. Por eso, estas recomendaciones para moverse por la ciudad os vendrán de perlas.
El metro, la opción más rápida
Nueva York ofrece un interminable entramado de líneas de metro, de autobús y de tren, lo que puede agobiar un poco al principio. Pero, como no hay más remedio que moverse en transporte público, lo mejor es estudiar el tema con ánimo y desde el principio.
El Metro de Nueva York, para empezar, es uno de los más grandes del mundo, con unos cuatro millones y medio de viajeros diarios. Podéis cogerlo cualquier día a cualquier hora porque nunca cierra, y disponéis de 475 estaciones y 26 líneas. Lo más complicado es que hay dos tipos de vagones: locales (que paran en todas las estaciones) y expresos (que paran cada cada cuatro o cinco estaciones). Así, dependiendo de dónde queráis bajaros, podréis coger uno u otro tipo.
Los célebres taxis amarillos
El bus es otra alternativa para viajar por la ciudad, también disponible las 24 horas del día, y con más de 200 rutas a vuestra disposición. Sin embargo, es más lento debido al tráfico intenso.
Y lo mismo sucede con los famosos taxis de Nueva York, una opción más cara y no por ello más rápida. Si cogéis un taxi, recordad que debéis abonar al taxista un 15% del importe de la carrera en concepto de propina. ¡New York es así!