Te vamos a mostrar un lugar muy especial: Samaná, una península sin apenas turismo y donde la vida es tranquila. Nada más llegar a Samaná, te sentirás que la vida fluye con un ritmo pausado. Nadie tiene prisa, simplemente toca disfrutar. Por la mañana puedes visitar un antiguo refugio de piratas o contemplar el apareamiento de cientos de ballenas.
Esta región ha logrado mantenerse virgen durante mucho tiempo, a diferencia del masivo que sufren lugares como Punta Cana, manteniendo intacto el sabor local de sus gentes. Si quieres conocer el verdadero espíritu dominicano y contagiarte de armonía y alegría, olvídate de los grandes hoteles y descubre un país de placeres inagotables.
Santa Bárbara de Samaná el mundo se para. El paisaje es una maravilla de la naturaleza, rodeado de casas de madera rosas, azules o amarillas. Colores que hacen un contraste espectacular con la espesura verde de la exuberante vegetación. La naturaleza lo invade todo, es puro estado salvaje.
El calor te hace sudar pero entonces no hay nada mejor que dejarse caer por las playas de arena blanca y las intensas tonalidades del azul marino, el islote Cayo Levantado es el lugar ideal. Probablemente no te puedas resistir tumbarte a la sombra de las palmeras.