Con vistas al mar Adriático y respaldad por unas abruptas montañas, la ciudad de dálmata de Split se asemeja a un museo viviente. Todavía se mantiene en pie las antiguas construcciones romanas que le dan un interesante aspecto. Ahora, las boutiques de lujo y los agradables cafés se intercalan entre estas bonitas construcciones.
Split fue fundada cuando Diocleciano construyó su casa de retiro en la zona en el año 295. Nacido en la cercana Salona, este poderoso soldado llegó a gobernar el Imperio Romano durante dos décadas. Cuando el palacio fue construido por completo, renunció y se retiró a su natal Dalmacia, donde pasó sus últimos años. Posteriormente estuvo siglos dominada por Venecia (1420-1797). La huella que dejaron en ella fue impresionante: arquitectura gótica, renacentista y barroca salpican el centro histórico.
Con la caída de Venecia, Split pasó a ser parte del imperio Austro-Húngaro. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la ciudad formaba parte de Yugoslavia, decidieron continuar con la expansión urbana. La ciudad ha conseguido convertirse en un centro turístico muy importante y en la puerta principal a Dalmacia, gracias a su aeropuerto internacional, los barcos diarios de Italia y los servicios locales de transporte hasta las islas cercanas.
Hoy en día, la mejora de sus accesos, un paseo marítimo renovado, una nueva zona hotelera y la renovación general de sus servicios generales fueron suficientes para que la UNESCO la nombrara Patrimonio de la Humanidad. Split se ha convertido en un destino croata de visita obligada. Para todos aquellos a los que le gusta navegar, comentaros que también es la mayor base de empresas de alquiler de barcos de vela.