En Harbin, la capital de la provincia más septentrional de China, tiene lugar cada invierno el Festival de los Palacios de Hielo. A partir del mes de enero, la ciudad acoge las obras de arquitectos y escultores profesionales o aficionados procedentes de todo el estado y de otros países. Durante más de tres meses, el pueblo colabora con los participantes para transformar la céntrica plaza de Zhaolin en el escenario de un cuento de hadas.
En el mes de diciembre suelen comenzar los trabajos de extracción de grandes bloques de hielo del río Shongua. Obreros de la construcción, campesinos, voluntarios y curiosos se entregan a esta dura tarea para que la expertas manos de los concursantes esculpan el agua petrificada como si se tratase de barro.
Decenas de miles de visitantes de todo el mundo acuden cada año a Harbin para admirar estas monumentales esculturas, así como los miles de trabajos de menor tamaño diseminados por toda la ciudad. Un jurado se encarga, desde el primer día, de evaluar las obras y otorgar los premios, aunque la mayoría de escultores que participan en este evento, lo hacen simplemente por pura afición.
Esta tradición se remonta siglos atrás, aunque fue a partir de 1963 cuando se inició la costumbre de conceder un premio en metálico a las obras más bellas.
La llegada de la noche convierte la ciudad en un espectáculo increíble. Centenares de luces de neón se fusionan con la hermosa transparencia del hielo, convirtiendo a Harbin en una auténtica ciudad de fantasía.
Después de esta experiencia, una visita al resto de la ciudad permite admirar la influencia rusa en la zona. Allí se alza una iglesia ortodoxa como el mayor exponente en toda Asia de esta religión. La influencia del país vecino también se puede apreciar en las tiendas de souvenirs, donde se pueden adquirir productos típicos como el vodka.