Portugal es uno de los países que desde hace algunos años se ha puesto de moda para hacer turismo por su gran belleza, el atractivo de sus paquetes turísticos y unos precios que son bastante asequibles para la mayoría de los bolsillos. Además, en el caso de España, se suma el hecho de la proximidad geográfica. Sin embargo, muchas veces, se tienden a hacer los itinerarios habituales, visitando Lisboa, Sintra, Oporto o Estoril, entre otros lugares. En menor medida se hace parada en un pequeño pueblo, pero que tiene mucho encanto. Se trata de Óbidos. Una localidad medieval, pero que es el más claro ejemplo de pueblecito portugués. Es un lugar con mucha historia y con mucho encanto. Y, aunque se piensa que tiene pocos sitios que visitar, no es verdad. Bien merece la pena dedicarle un día por lo menos. Además, no hay que irse del lugar sin probar la Ginjinha d’Obidos.
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La ciudad medieval de Óbidos
Óbidos es una de las muchas ciudades medievales fortificadas que aún quedan por el mundo. Esta en concreto es una hermosa localidad portuguesa que se encuentra aproximadamente a 85 kilómetros al norte de la ciudad de Lisboa. Es el prototipo perfecto de lo que fue una ciudad medieval.
Su singularidad y belleza es lo que atrae a numerosos turistas cada año. Óbidos fue construida sobre una colina, y lo que sorprende a todos los que la visitan son sus increíbles murallas conservados en un perfectísimo estado si tenemos en cuenta todo el tiempo que ha pasado desde que fueron levantadas. Merece la pena pasear por sus empinadas y retorcidas calles, y disfrutar de sus hermosas casas.
En lo más alto de la colina se encuentra además su imponente castillo. El Castillo de Óbidos, nombre con el que se el conoce, es de orígenes romanos. En el siglo XX tuvo que ser restaurado como consecuencia de los destrozos que había sufrido en 1755 a causa de un terremoto que tuvo lugar en la zona. Ya en julio de 2007 el castillo fue declarado como una de las siete maravillas del país. Hoy en día el castillo alberga en un interior un hotel o pousada.
En el interior de sus murallas que aún rodean todo el pueblo, se pueden encontrar esa hermosas casas blancas, cuyas paredes están decoradas con azulejos azules, verdes y amarillos (típicos estos de esta zona de Portugal). Sus ventanas todas tienen flores frescas, lo que hace más bonito el paseo por el pueblo. Si decides visitar esta ciudad, elige el mes de julio. Podrás disfrutar de todo esto, y además disfrutar del magnífico mercado medieval que se celebra todos los años este mes, en el que se realizan recreaciones históricas y se venden productos típicos.