Cuando Cristóbal Colón descubrió isla Martinica en 1493, dijo que este era el lugar más bonito del mundo. Acto seguido, decidió llamarla San Martín, en honor al santo. Antes de esta colonización, el área estaba habitada los indios arawak y caribeños, los cuales llamaban a su territorio Madinina («isla de las flores»). Aunque los británicos intentaron ocuparla brevemente durante los siglos XVIII-XIX, finalmente se ha mantenido bajo control francés desde 1635. El turismo representa una parte muy importante de su economía.
Cada año, cientos de miles de visitantes son atraídos por su pintoresco paisaje volcánico, sus playas de fina arena negra o blanca y su bonita vegetación (azúcar, palma, bananos y piñas). La ubicación de la isla también hace que sea un punto de escala para diferentes cruceros. Los visitantes podrán apreciar el patrimonio francés y el criollo de isla Martinica, ya que se refleja claramente en sus costumbres, la comida y los idiomas.
La mayoría de martiniqueses son de ascendencia mixta, siendo descendientes de los colonos franceses del siglo XVII y los esclavos traídos de África para trabajar en las plantaciones de la isla. Además, los visitantes no podrán escapar a las actuaciones de música en vivo que resuenan constantemente por toda la isla. Su música más popular es similar al merengue. Los lugareños están orgullosos de ella y por eso, constantemente se puede escuchar por todas partes.
Por último, no hay que abandonar la isla sin probar el ron, el cual, está considerado como uno de los mejores del mundo. Hace un tiempo, recibió el prestigios French label “appellation d’origine contrôlée” que antes sólo estaba reservado para los quesos y vinos franceses.