Por su espectacular arquitectura y su bahía, el Mont Saint-Michel se ha convertido en un referente turístico de Normandía, así como uno de los primeros de Francia. Su nombre se debe a la excepcional abadía, consagrada al arcángel Saint Michel, situada en un peñón rocoso de una isla, en el estuario que forma a su desembocadura el río Couesnon.
Desde 1979, el Mont Saint-Michel y su bahía forman parte del Patrimonio Mundial de la Unesco. También, los numerosos edificios del lugar que han sido clasificados como monumentos históricos.
Otro de los elementos que contribuye a la espectacularidad del conjunto son las mareas, que en otros tiempos convirtieron al monte en una fortaleza inexpugnable. Actualmente el acceso a la abadía está asegurado por una carretera que llega a la base del peñón, pues durante siglos sólo era accesible a pie, cuando la marea estaba baja y por mar, cuando era alta.
Los orígenes de la actual abadía datan entre los siglos VIII y IX, aunque el pasado de la zona se remonta a la época celta, cuando algunas tribus se acercaban al monte para realizar cultos druídicos. Durante la Edad Media, al igual que Roma y Santiago de Compostela, constituyó uno de los centros de peregrinaje más importantes de Occidente. En la época de la Revolución fue destinada como prisión y a finales del siglo XIX se iniciaron las obras de restauración.
En la pequeña ciudad medieval que conforma el Mont Saint-Michel, podemos encontrar casas y comercios del siglo XV y XVI, un puente levadizo, la iglesia dedicada a San Pedro del siglo XV y la gran escalera que conduce a la abadía, llamada du Grand Degré.
Por alguna razón, este emblemático lugar recibe cada año más de 3 millones de visitantes entre peregrinos y turistas.