Es el barrio más bohemio de la ciudad, sobre todo desde que artistas y escritores se instalaran en él. Hoy, a pesar de la modernidad que lo inunda y de cierto aburguesamiento, continúa manteniendo su identidad. En sus estrechas calles y plazoletas llenas de vida se respira un ambiente rural que contrasta con el resto de Barcelona.
Si vas a viajar próximamente a la Ciudad Condal, reserva un tiempo para descubrir el barrio de Gracia de la mejor forma posible: paseando por sus calles, caminando entre sus gentes y descubriendo sus tiendas y mercados. Merecerá la pena.
Arquitectura modernista a pie de calle
Son muchas las cosas que hay que ver en Barcelona y el barrio de Gracia es una de ellas. Comienza en la parte norte del Passeig de Gràcia, donde está la Casa Fuster, un edificio modernista con fachada de mármol blanco que fue proyectado por el célebre Lluís Domènech i Montaner. Párate a contemplarlo y disfrútalo. Si continúas avanzando por Carrer Gran de Gràcia (es la arteria principal del barrio) podrás descubrir otras casas de arquitectura modernista que son una auténtica belleza.
Pero la joya arquitectónica del barrio no es otra que la Casa Vicens, una de las primeras obras de Gaudí en Barcelona, que fue edificada entre los años 1883 y 1888. La fachada de estilo morisco está revestida con baldosas decoradas. También merece la pena visitar el Mercat de la Llibertat, modernista y maravilloso, que fue diseñado por Francesc Berenguer, discípulo de Gaudí.
La plaza Rius i Taulet es el corazón del barrio, aunque si vas a preguntar a algún viandante por su ubicación, será mejor que preguntes por la Plaça del Rellotge, porque así es como se la conoce. Esto es por su torre del reloj que se levantó allí a mediados del siglo XIX y que mide nada menos que 30 metros de altura. Otra plaza interesante es la Plaça del Sol, muy típica y animada.